Santa y Bárbara
El campo está lleno de potrillos y terneros nacidos en primavera,
ojos redondos y negros,
patas frágiles corriendo detrás de sus madres.
Juntos, miran el tren.
Las villas pasan llenas de mujeres con bebés saludando,
sonríen a los vagones, agitando exageradamente los brazos.
Detrás del ventanal de este ferrocarril fascista y remodelado
estoy yo
y un fruto colgando del pecho.
Así pienso
la palabra “espejo”,
el conjunto “formas iguales”
… mi potrillito…
… mi ternerito…
… mi casa pobre…
luego viene la guerra o el matadero o el trabajo
y esta gran reverencia se termina
-¡hola caballito!
- ¡chau!
- ¡hola nena chiquita!
- ¡chau!
En la velocidad somos pintura abstracta.
Ya no tengo relato para mi fruto adorado.
Entiendo qué es rezar,
¿rezaré?
pero como esos pueblos locos
que incendian y trazan una línea de humo con las cosas amadas.