Cosas del día que molestan
Vemos un escritor del cual no leímos mucho, pero nos
simpatiza, en la vidriera que sigue al negocio en el que estamos comprando un
kilo de papas, un atado de puerros y un paquete de acelga. Nos conoce, queremos
hablar con él, alguna galantería, una sonrisa bien esbozada, un comentario
dulce, bien armado, para resaltar el día. Pero la persona que nos atiende tiene
un percance con la balanza electrónica y se demora y nuestro escritor se aleja
hacia la avenida.
Justo cuando podemos volver a conciliar el sueño, el reloj
despertador de alguno de los vecinos del inmenso edificio suena, hasta agotarse
la batería. “Hoy es el día que no está en su departamento”. Lo sabemos porque
ocurre al menos una vez al mes y nos resignamos, con dolor en el pecho.
Alguien al que le gusta bailar en las fiestas burguesas de
fin de año de los trabajos nos explica gramática, o peor, nos indica un estilo.
La cerveza artesanal no tiene gas, aun así bebemos el alcohol.
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