Aplaudo. Aplauden. Piso la misma arena que pisan los conejos. Tristes por no saber hablar o huir o lastimar.
El aplauso es continuo igual que el filo de la espada que acostumbro. Soy formidable en el acto de expandirme y ofrecerme hasta la empuñadura de romanas, arábicas, gitanas espadas y dagas. Los aplausos son continuos.
También la taza de té entre los conejos. También la taza de té entre los ojos que están para detectar peligro y comida. Aplausos para mí. Para ellos. Todos somos efusivamente amados. Mi barba y mi espada y mi falso sacrificio.
No hay peligro. No hay comida. No sé huir. Soy formidable tragando espadas. Sangro y doy leche a los gatos que comen conejos. Tomo té. Aplaudo.
3 comments:
Cada vez mejores y más necesarios tus textos, Noelia. Es tuyo, ¿no? Y, si no fuera tuyo, lo parece.
¡sí, es mío, gracias por tus palabras!
Es algo que se hizo su lugar, a pesar de los últimos embates...
excelente!
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