Tuesday, March 17, 2009

Atuendo de payaso

La casa vibra con la música de los autos de la calle. Mi padre nos avisaba cuando llegaba tarde a la casa. Mi padre no era un gigante, pero era como Wordsworth. Color púrpura como es el color de todo aquél que lleva el peso de una gran moral en la garganta. Mi padre era de pecho ancho y hombros caídos.
Tuvo hijas. Lentamente desgraciadas como las flores cambiadas de lugar y que la excesiva luz o sombra perforan.
Ahora tengo un traje mal cosido que uso para divertirlos. Esta es mi mueca, parecida a los hilos envejecidos, anaranjados que asoman la costura del hombro y la manga. Dientes. Tengo fuertes y grandes dientes.
Los divierto con la añoranza de una luz que hubiera sido. Como sueño. Igual que una última braza. Final. Roja y luego gris. Igual que un ojo pequeño. Final.

1 comment:

Anonymous said...

Todo Wordsworth debe tener un Coleridge, y todo pequeño gigante debe tener pecho ancho para aliviar el poco aire que pasa por una garganta obstruida por una moral que nadie más parece compartir, y debe saber dónde, cómo y cuándo trasplantar a las hijas a una maceta nueva, cuando la anterior ya parece demasiado chica para soportar las raíces que se sacuden con la incomodidad del que siente demasiado para la poca agua que recibe. El púrpura y la música de los autos deben bajar un nivel para que las flores puedan crecer con la belleza que prometen, esto lo sabe todo poeta romántico que se precie, antes o después del 1700s.

Así es.