Thursday, July 12, 2007

Menú de varias lenguas

II


You have a name
but I ´d better call you frog
my prince.

You live in my lake
the one I dreamt last night

you jumped close to my chest
and I kissed you

Oh! how I kissed you
lovely frog

so green you were
so gentle, walking on the surface
of water

Oh! you were my Jesus

you spelled my name and left me
turning me into something similar
to the flower of Irupé.




III


"El irupé (victoria cruciana) es una planta acuática que se cria en las aguas profundas y tranquilas del Paraguay y de la Mesopotamia argentina. Sus hojas, que pueden llegar a medir hasta dos metros de diámetro, están dotadas de un reborde de unos seis centímetros que impide que el agua las penetre y puedan sostener grandes pesos, por lo que es común ver a las aves reposando en ellas y aún a pequeños mamíferos, especialmente en los períodos de inundación. La parte superior de las hojas es de un verde brillante, mientras la inferior es rojiza y está surcada por una red de nervaduras. Las hojas están sostenidas por un largo peciolo que las une a un rizoma sumergido. Las flores son grandes y de pétalos blancos que poco a poco van tornándose rojizas con el correr de los días. El fruto recibe el nombre de 'maíz del agua' y contiene numerosas semillas que pueden comerse tostadas.
Según algunos autores, 'irupé' significa 'plato sobre el agua'; para otros, y esta es la etimología que reputamos más acertada, viene de 'pe' (chato), significando lo chato que trae el agua.
La leyenda dice así:
“Erase una doncella bellísima que se enamoró de la luna. La cuitada languidecía con su amor sin esperanzas, mirando al astro de la noche esparcir su pálida luz desde la altura .
Un día, llevada por la fuerza de su pasión, se determinó a buscar a su celestial amante. Subió a los árboles más altos e inútilmente tendía los brazos en busca de lo inalcanzable. A costa de grandes fatigas trepó a la montaña, y allí, en la cima estremecida por los vientos esperó el paso de la luna pero también fue en vano.
Volvió al valle suspirosa y doliente, y caminó, caminó para ver si llegando a la línea del horizonte la podía alcanzar. Y sus pies sangraban sobre los ásperos caminos en la búsqueda de lo imposible.
Sin embargo, una noche, al mirar en el fondo de un lago se vio reflejada en la profundidad y tan cerca de ella que creía poder tocarla con las manos. Sin pensar un momento se arrojó a las aguas y fue a la hondura para poder tenerla. Las aguas se cerraron sobre ella y allí quedó la infeliz para siempre con su sueño irrealizado.
Entonces Tupá, compadecido, la transformó en irupé, cuyas hojas tienen la forma del disco lunar y que mira hacia lo alto en procura de su amado ideal.”


I

Tupâ o Tupavé o Tenondeté es el dios supremo de los Guaranies, es la deidad que creó la luz, el universo. Su morada es Kuarahy, el sol, foco de luz, origen de nuestra Raza.
Celebra nupcias con Arasy (madre del cielo), la consagra madre del cielo y le fija por morada la luna (jasy). Es la deidad que creó la raza (es el origen de la raza guaraní según, también, una leyenda caribe).
En una remota mañana Tupâ y Arasy bajaron a la tierra. Instalados sobre una colina, de Areguá, de allí crearon los mares y ríos, los bosques, las estrellas y todos los seres del universo.
Allí Tupâ creó la primera pareja humana. Tomó un poco de arcilla, la mezcló con zumo de Ka'á-ruvichá (la yerba fabulosa), sangre de yvyja'ú (ave nocturna: Lurocalis semitorcuatus, Caprimúlgido), hojas de plantas sensitivas (entre ellas el jukeri: Mimosa sepiaria. M. asperate L. Leguminosas Mimosáceas) y un ambu'á (cientopié, Miriápodo), hizo una pasta remojando con agua de un manantial cercano. Tupâykuá (hoy Tupaikuá, lago Ypakaraí) y con ella dos estatuas, a su semajanza, y las expuso al sol para secarse, y quedaron dotadas de vida. Tupâ y Arasy pusieron a los recién creados frente a ellos, y dijo Arasy: Mujer, que de mi naciste a mi semejanza, te doy por nombre Sypavé (es la madre común de la raza americana): y al otro, que era varón, dijo Tupâ: te doy por nombre Rupavé (el padre común de la raza americana).



GUALICHO

Los indios Pampas le atribuyen todos los males y desgracias que sufren. Para ahuyentar al gualicho montan a caballo con todos sus pertrechos arremetiendo contra el enemigo invisible con gritos y movimientos amenazantes, hasta que creen que lo han vencido.

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