Virgen de las Flores de la Tarde
Amy Lowell
Todo el día estuve trabajando,
ahora estoy cansada.
Te llamo: ¿dónde estás?
pero sólo esta el árbol del roble sonando en el viento.
La casa está silenciosa,
el sol brilla sobre tus libros,
tijeras y dedal recién dejados,
pero no estás ahí.
De pronto estoy sola:
¿Dónde estás?
Decido ir a buscarte.
Entonces te veo,
parada abajo de una cúpula de flores azúl pálido,
con un canasto de rosas en tu brazo.
Fresca, como plata,
y sonríes.
Pienso las campanas de Canterbury están tocando pequeñas melodías.
Vos me decís que las peonías necesitan ser rociadas,
que las lilas crecieron fuera de todos sus bordes
que la pera japonesa debería podarse y cercar.
Me decís todas esas cosas.
Pero yo te miro a vos, corazón de plata,
blanca llama de corazón de plata pulida,
ardiendo debajo de las cúpulas azules de esa flor.
Y me arrodillaría instantáneamente a tus pies,
mientras sobre nosotras repica el fuerte, el dulce “Te Deums”
de las campanas de Canterbury.
Traducc.: yo, después de estar todo un día trabajando y necesitar leer.
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